miércoles, 1 de octubre de 2014

12. ME HAN INVITADO A UNA BODA.... Y NO VOY A IR

Bien, el título lo dice todo, creo que no hay más que decir... o quizás si.

Empecemos desde el principio, un sábado te levantas, te duchas, desayunas mientras ves las noticias y de repente una llamada interrumpe tu rutina. 
Resulta que es David, un "amigo" que no ves desde hace más de cuatro años ya que se fue a vivir a otra ciudad.
          -Xavi? Que pasa tio?! Cuanto tiempo! Oye! Hoy vengo a la ciudad, podemos vernos?
Movido por la curiosidad y la melancolía aceptas su oferta.
Llega la hora del encuentro y observas que no ha venido solo, viene abrazado a una mujer.
Tras los saludos y las presentaciones viene la bomba:
          -En seis meses nos casamos y "nos haría mucha ilusión" que pudieras venir.
Seguidamente te entrega una invitación a la boda donde se detalla el día, la hora, los contrayentes y el número de cuenta bancaria donde realizar el ingreso del "regalo"

Vamos a ver. Odio las bodas. De hecho asistí a la mía más por complacer los delirios de grandeza de mis padres y suegros que por nada. Si hubiera sido por mi mujer y yo no hubieramos casado por lo civil y con los invitados justos.

Pues imaginense ustedes la ilusión que me hace asistir a una boda ajena, y además pagar una fortuna por ella.

A veces pienso que soy raro, pero creo que debe existir una ley no escrita que dice: "Para ir a una boda las mujeres deben vestirse horteras o como Julia Roberts en Pretty Woman y los hombres como vendedores de coches usados. Durante la boda se tiene que llorar aunque te importe un pito. Cuando llega la comida se tiene que brindar por todo y comer lo más posible. Y finalmente, a la hora del baile, tienes que beber hasta reventar"... Ah! me olvidaba: "Y en todas las fotos tienes que salir con cara de idiota"

No me gustan las bodas, no me gusta el negocio que hay montado tras ellas, no me gusta esta costumbre de regalar dinero (En mi boda dejé bien claro que no aceptaría dinero), no me gusta la falsedad de los invitados, no me gusta que en mi mesa se siente gente que no he visto en mi vida, no me gusta la sesión de fotos con los novios, no me gusta el baile.... Nada. No me gusta nada. 

La sociedad de consumo ha convertido un día especial en un negocio. Porque, me puede alguien explicar qué necesidad pueden tener los novios para alquilar una limousine que les lleve de la iglesia al restaurante? Esto no es Hollywood. Ni nosotros somos estrellas. Somos los desgraciados que tras ir de viaje de novios a la conchinchina, volveremos a nuestros trabajos de mierda y a nuestro piso de ochenta metros cuadrados. Habremos pagado más de diez mil euros para simular ser príncipes y princesas por un día. Y ese dinero si lo hubieramos invertido en amortizar la hipoteca, por ejemplo, nos hubiera dado un rendimiento y una gran alegría al ver reducidos los años de las letras.

En fin, como he dicho antes, soy raro.... y como tal no pienso ir a ninguna boda más. 




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