viernes, 26 de septiembre de 2014

11. UN RESPETO A LOS VIEJOS!

Permítanme en esta entrada ser políticamente incorrecto.

De entrada debo decir que la educación que he recibido ha sido de respeto hacia esas entrañables personas. Por ejemplo: cederles el asiento en el bus, ayudarles a cruzar la calle o ayudar a llevarles la compra.

Con los años me he dado cuenta que existe un porcentaje bastante elevado de personas mayores con las que soy incapaz de mantener una postura correcta y educada. Porqué? La respuesta es simple: porque son peor que un crío de cuatro años.
Les voy a poner un ejemplo. Hace un año, por el puente de la purísima, fui con mi familia a un complejo vacacional en la costa. Precios asequibles, pensión completa y entretenimiento continuo para los más pequeños fueron los valores que me hicieron decidir a contratar mis mini-vacaciones.
Pero yo no contaba que compartiría mi estancia con una excursión de más de ochenta jubilados... les puedo asegurar que jamás en mi vida había tenido que luchar a capa y espada para conseguir un trozo de carne del buffet libre. Pero que manera de comer! Como apartan a la gente dando codazos en buffet libre! y ademas resulta que hay una ley no escrita que reza lo siguiente: en un buffet libre tienes que mantener una cola para ir pasando por delante de toda la comida y hacer acopio de ella en el plato más grande que encuentres.
Pues yo, incauto de mi, salté de las ensaladas al arroz y de las patatas al pan....
          -Oiga señor! Que usted se ha colado! Ha cogido la parte de la paella más buena y el pan de aceitunas!
Me espetó una adorable viejecita con voz de ogro indignado
         -Oiga señora! Que en un buffet no hay colas, y si le gusta el pan de aceitunas pida más!
Esta conversación la escuchó una camarera del restaurante y cuando la viejecita adorable se largó madiciendome se acercó a mí y con voz de complicidad me dijo:
         - No se preocupe, esto es lo más normal. Los jubilados son, con diferencia, los peores clientes del hotel.
La cosa no termina ahí, ya que al día siguiente mi hija de seis años cometió el mismo error que yo y una vieja que sostenía un plato lleno hasta los topes le empujó gritándole que no se colara. Yo, que oí los gritos desde la mesa, me levanté y caminé hacia la señora y en un tono bajo a lo Clint Eastwood le dije:
          -Oiga abuela, si vuelve a gritar a mi hija le rompo los pocos dientes que le quedan.
Ella, en su furia, llamó a su marido y a los camareros.
          -Este señor me ha amenazado!
          -Yo? Perdón señora. Se confunde usted. Jamás sería capaz de tal cosa.- Contesté con cara de Pocoyó.
En fin, el asunto se resolvió con los empleados del hotel poniendo paz entre los dos.

Y es que mi pregunta es la siguiente: qué les ocurre a la gran mayoría de personas cuando envejecen?
La respuesta es evidente: que necesitan comer hasta reventar y que se creen con más derechos que el resto de mortales.
Esto me asusta ya que pienso que tal vez en unos años yo también me convierta en un ser despreciable y voraz como los que encontré en el hotel, porque, quien me asegura que dentro de veinte años no le diré a todo el mundo: "Qué vas a saber tú, si todavía no has salido del huevo?"

Sea como sea preferiría ser un anciano como los que mis padres me contaban que tenía que respetar: con experiencia y sabiduría. No como los de hoy en día que están esperando las cartas del imserso para apuntarse los primeros y poder ir casi de gorra a llenar el buche a cualquier hotel del país durante una semana.
No quiero ser el viejo que cree saber más que nadie ni el que da por sentado que por el hecho de ser anciano todo el mundo tiene que tragarse sus inaguantables batallitas.
Y por supuesto no quiero ser el viejo que critica a la juventud y sus locuras porque simplemente ha olvidado que él también fue joven.










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